La música del disco a la nube

La música del disco a la nube
 

La música es libre ahora - y la industria del disco es la responsable

Este artículo está extraído de la nota de Bob Stanley, publicada el 11 de junio 2015 en NewStateman y hace referencia a los dos siguientes libros.

How Music Got Free: What Happens When an Entire Generation Commits the Same Crime?. Stephen Witt. Bodley Head

Cowboys and Indies: the Epic History of the Record Industry. Gareth Murphy. Serpent’s Tail

Si usted hubiera asistido a la Exposición de la Audio Engineering Society en febrero de 1995 en París, se habría encontrado con discusiones sobre acústica arquitectónica, procesamiento de señales de audio y psicoacústica. También podría haber encontrado un stand, solitario e ignorado en una esquina, perteneciente a un equipo de investigación financiado por el estado alemán dirigido por Karlheinz Brandenburg. Su equipo de seis científicos estaba sentado en un pequeño escritorio que presentaba tres maneras de imaginar el futuro de la distribución de la música: un codificador en disquete para crear archivos de sonido, una computadora para reproducción sonora y un reproductor portátil de audio.
Bob Stanley analiza la enmarañada historia de la industria discográfica de adquisiciones, piratería y cambios tecnológicos. La evolución de la industria discográfica afectó y afecta la creación y la producción musical.
El equipo de Brandeburg se presentaba con la idea para el MP3 nueve años antes y estaba lista para comercializarla en la industria de la música. Música Funk alemana salía de los parlantes de la computadora del stand. Los visitantes pasaban de largo. Un ejecutivo de Philips, la empresa que había creado el CD, por entonces estándar de la industria, dijo con convicción: "Nunca habrá un reproductor MP3 comercial".

En 1995, la industria de las computadoras personales estaba en auge. La era digital estaba en marcha. El reproductor de MP3 portátil podría haber sido comprado por cualquier compañía discográfica obteniendo la licencia por un valor mínimo. Desafortunadamente para Brandenburg (en el corto plazo) y para la industria discográfica (en el mediano plazo), las ventas de CD tenían picos de venta a finales de los 90, llegando a la cima de la tendencia en el 2000, una fecha que parecía mítica durante tanto tiempo y que sería la que marcaría la muerte del negocio discográfico de un siglo.

El libro de Stephen Witt “How Music Got Free” detalla la estupidez de la industria y su declive en el siglo XXI, enfocándose en tres situaciones simultáneas, la construcción y el crecimiento supremo del sello Universal, los esfuerzos de Brandeburg para que el MP3 sea tomado seriamente y el desarrollo de internet, en la cual un pequeño grupo de fanáticos del hip-hop y expertos en computación desmantelaron lentamente una industria multimillonaria.

A menudo el libro se lee como una historia de crimen, con Doug Morris, presidente de Universal, como una cruza entre jefe de policía y descubridor de ilícitos. Morris "pensó que poner a los piratas en la cárcel era una idea brillante. Él había, sin embargo, aprendido una lección completamente diferente en la época de la cinta [80s]. No se resolvía el problema de la piratería llamando a la policía. Se resolvía sacando ‘Thriller’.“

La ignorancia de las compañías de grabación hizo derrochar miles de millones en los primeros años de este siglo porque la gente de la industria subestimó la tecnología. El trabajo de la gente de la industria ha sido hacer discos de éxito; la tecnología fue usada como herramienta de ayuda, pero nada más. En la década de 1980, como explica Gareth Murphy en “Cowboys and Indies”, los músicos perdieron frente a las corporaciones. Los independientes, tales como Island, Chrysalis, Motown y A&M - dirigidas por entusiastas y fanáticos de la música - fueron absorbidos por las multinacionales Warner y PolyGram. Las cosas empezaron a complicarse aún más en 1986 cuando una editorial de libros alemana de 150 años de edad, Bertelsmann, compró RCA (hogar de Elvis y David Bowie) por $ 300 millones, mientras Columbia, la compañía discográfica más antigua de América fue comprada por el gigante de la electrónica Sony por $ 2 mil millones un año después.

En la década de 1990, los inversores marcaban las reglas. Incluso Morris parecía magnánimo en comparación con gente como Alain Levy de PolyGram: los músicos debían lidiar con “accionistas… en un edificio de New York que parecía salido de Los Cazafantasmas".
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“Cowboys and Indies” es un nombre curioso para un libro que se centra en las personas usualmente anónimas que han conducido la industria, tales como Levy, así como lo hace con exploradores de música tales como John Hammond de Columbia y Geoff Travis de Rough Trade. Es muy atrapante en su narración sobre las adquisiciones, las traiciones y los frecuentes éxitos y fracasos que dieron forma a la industria en el siglo XX: en 1907, por ejemplo, una crisis financiera hizo que las ventas del sello Victor caigan en un 50 por ciento y Edward Easton, el tenaz fundador de Columbia, se vio forzado a despedir a cientos de empleados (y más tarde intentó suicidarse en las vías del tren).

Las apuestas siempre han sido altas, con fantásticas ganancias y pérdidas, y los personajes dentro de la industria están hechos a la medida. Murphy reconoce que mientras Thomas Edison era un genio, tenía mal oído y parecía decepcionado de que su "máquina parlante" fuera utilizada para entretenimiento en lugar de servir como ayuda de taquígrafo; para él, los amantes de la música eran "pervertidos de la ópera". Murphy detalla una tensa conversación entre Maurice Oberstein - jefe de Columbia en la década del 1980 -, y Derek Green - el hombre que había firmado con los Sex Pistols para A&M en 1977 antes de indemnizarlos con un cheque de £ 75.000 a los pocos días - "Imagínese que estamos en una jungla", dijo Oberstein. "Yo soy un elefante y tú eres una hormiga. Te piso, te mato y ni siquiera me entero de haberlo hecho ".

Lo más notable sobre el libro de Witt es que prácticamente ninguno de los nombres es conocido. Witt encuentra héroes improbables en lugares inverosímiles. Por ejemplo, Alan Ellis, un estudiante de informática en la Universidad de Teesside creó en 2004 un sitio llamado Pink Palace de Oink, donde los visitantes subían álbumes, lados-B y bonus tracks japoneses, todos de la mejor calidad de audio posible.

Oink era una comunidad - la gente chateaba sobre música y sobre fidelidad de audio. En comparación, iTunes, su alternativa legal, era una tienda en un centro comercial, sin alma y sin rasgos y lo más importante, tenía una selección de música mucho menor. Ellis creía no estar haciendo nada ilegal, ya que Oink no tenía fines de lucro. Pero fue arrestado en octubre de 2007, cuando una docena de agentes de policía irrumpieron en su dormitorio de Middlesbrough. Él había sido un éxito porque se había tropezado con algo que la industria había practicamente expulsado de la música - el sentido de pertenencia.

Witt escribe sobre Proyecto Hubcap, una iniciativa de Estados Unidos en 2003 contra el intercambio de archivos, como "una multa millonaria por robar en tiendas". Se demandó a jubilados y niños que no eran conscientes de estar haciendo nada malo, como Brianna LaHara, de 12-años de edad, que había descargado, entre otras canciones, el tema de la serie televisiva Family Matters. Mientras tanto, la industria discográfica seguía empujando los límites de la legalidad con estrategias de promoción que involucraban a programas de radio y televisión en que terceros pagados por la compañía pedían “determinadas canciones”.

¿Por qué la música no obtuvo el apoyo que recibieron del gobierno de Estados Unidos otras industrias creativas, cuando el intercambio de archivos estuvo amenazado en el año 2000? Witt señala que las advertencias del FBI aparecieron en cada cinta VHS o DVD de América después de que la industria del cine cedió con poco entusiasmo a la presión política sobre el sistema de clasificación. La industria de la música, por el contrario, había desairado a Tipper Gore y sus intentos de establecer un sistema de clasificación y promovió en la década de 1990 discos con títulos como "Cop Killer". Una concesión de los sellos principales - una etiqueta "recomendación de supervisión de padres" - era considerada contraproducente. Doug Morris, la cabeza de la mayor compañía discográfica del mundo, había hecho millones gracias al “incorrecto comportamiento” de los actos de hip-hop y estrellas de rock y ahora estaba pagando el precio. ¿Por qué razón gobierno de Estados Unidos podría querer ayudar al negocio de la música?

“Cowboys and Indies” describe una industria en crecimiento en la que cualquier grieta en el blindaje de la empresa era aprovechada por la competencia y la audacia tenía recompensa. Cuando la Original Dixieland Jazz Band llegó a Gran Bretaña en 1919, "tomaron Londres como si fueran una tormenta y la compañía British Columbia les encargó la grabación de 30 temas", una jugada osada para algo que era como una novedad de semana. Pero valió la pena. Ocho décadas después, ”How Music Got Free” retrata un negocio demasiado inflado y codicioso para entender que demandar a los clientes no es la mejor manera de vender un producto.

Karlheinz Brandenburg no era ningún genio de los negocios: incluso fracasó en registrar los derechos de autor del reproductor MP3 portátil que él inventó. Sin embargo, fue la industria discográfica la que dejó escapar esta oportunidad y la dejó escurrir de sus garras hacia las manos de Apple, de piratas y, finalmente, del emprendimiento sueco llamado Spotify. Ahora la música está en una nube. Es tan libre como el aire y lo que esto afecta a la industria discográfica es sólo su responsabilidad.

http://www.newstatesman.com/culture/2015/06/music-free-now-and-industry-only-has-itself-blame

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